domingo, 27 de abril de 2014


La educación como nuevo estilo de vida está orientada hacia la persona y no hacia la institución.  Rechaza la idea de que el aprendizaje formal es sólo para los jóvenes y la reemplaza por el convencimiento de que la educación es un proceso que dura toda la vida.  Se opone al concepto de que la educación superior se lleva a cabo únicamente en las aulas, afirmando que la educación atañe igualmente a la oficina, las plantas industriales, las bibliotecas, los cines, los medios de comunicación, las iglesias y los centros comerciales de la comunidad.
Este nuevo sistema de educación desecha la idea de que el aprendizaje se efectúa principalmente por medio del estudio formal, dentro de currículum reglamentado, y establece el principio de que la educación combina el aprendizaje y la acción, que une el estudio, con la experiencia y la actividad.
Reemplazar el sistema de aprendizaje centrado en las instituciones por el centrado en el individuo equivale a revisar todo el sistema educativo.
El nuevo concepto de educación no surgió solamente por iniciativa de los educadores.  Refleja, por el contrario, algunas nuevas realidades y es una respuesta al fermento que agita a la sociedad: el cambio de las pautas de la vida rural a la vida urbana, el desequilibrio entre los adelantos tecnológicos y sociales, el desarrollo de nuevos conocimientos, unido al carácter anticuado de los antiguos, y la movilidad de alumnos y trabajadores.  Los cambios tecnológicos son tan devastadores para la competencia humana que el monopolio de la educación en manos de los jóvenes equivale a estrechez de miras y toma imperativo el aprendizaje permanente.  La disparidad entre la promesa de la educación y su eficacia es tan grande que el circunscribir la educación en los establecimientos escolares resulta a veces ineficaz; se impone desarrollar actividades educacionales de alcance comunitario.  La ampliación de la idea de educación de modo que abarque el concepto de desarrollo humano permanente se expande tan rápidamente que ya no se puede confiar en los métodos tradicionales y es esencial adoptar una nueva serie de enfoques para la familia, la escuela, la corporación y la comunidad. Bajo estos imperativos subyace el compromiso básico de la búsqueda de identidad personal de los grupos e individuos. 


La didáctica del adulto aconseja al profesor el uso de ejemplos clarificadores de los enunciados generales empleados en las diversas áreas o asignaturas, a fin de facilitar la comprensión de los casos individuales. No se requiere, sin embargo, como en la escuela primaria de niños, el empleo exclusivo de ejemplos sensorialmente perceptibles, sino que se deben usar ante todo los conocimientos y las experiencias interiores del sujeto. Su finalidad ha de ser la de lograr progresivamente un ordenamiento interior de los conocimientos y pensamientos adquiridos por el alumno.
El interés que pueden suscitar en el alumno adulto los procesos de la naturaleza y de la técnica, no será satisfecho únicamente por medio de su sensorialización, sino que se le debe permitir la penetración experimental de la estructuración física, mecánica, biológica, etc., de los mismos.
Prestar atención al grado de asimilación
La instrucción del adulto debe dar menos importancia a las respuestas verbales del alumno, sobre los temas estudiados, y prestar más atención al grado de asimilación práctica de los conocimientos. En una formación de adultos, la búsqueda de la verdad de las cosas por parte del alumno, y no sólo del profesor, es lo esencial del proceso del aprendizaje. Si el alumno se «equivoca», con ello no comete una «falta», sino simplemente un error, el que debe ser evaluado como un «error dinámico», o sea como una motivación profunda para continuar la investigación. Dentro de este proceso el profesor ocupa el lugar de guía y apoyo, pero no necesariamente el del que debe dar la solución al error del alumno.
Basarse en la investigación
La didáctica del adulto aconseja al profesor liberarse completamente del principio equivocado de la escuela tradicional, de que es necesario dar al alumno la mayor cantidad posible de conocimientos, en el mínimo de tiempo factible. La didáctica del adulto exige que la formación se fundamente exclusivamente sobre el método de investigación científica, por obra de los alumnos. No debe ser el profesor quien dé los conocimientos ya «digeridos», sino el alumno quien los conquiste después de haberlos «masticado».
Conectar con la realidad
La lección deberá partir, no de un problema situado en la mente del profesor, sino de algo que se conecte con la realidad existencial de la cual procede el alumno. Tarea del profesor es guiar el trabajo del alumno adulto, pero sin caer en el error, común a muchos, de ayudar tanto a sus alumnos que los mismos llegan a descubrir demasiado fácilmente la solución correcta.
Solución de los problemas del adulto
La situación ideal de una formación de adultos debe ser, no la de un profesor que pregunta y de un alumno que responde, sino a la inversa, la de un alumno que pregunta y un profesor que responde.
La razón que justifica esta inversión metodológica, debe ser buscada en el hecho de que cada nuevo conocimiento que adquiere el alumno, ha de ser el producto de la solución de un problema que le ha afectado personalmente. Por ello, por más que la solución lograda por un alumno sea algo común y vulgar para otros, para él es algo originalmente personal y adquiere un valor exclusivo.
Enseñar a pensar
La bondad de una formación para adultos, o la capacidad didáctica de un profesor, no debe ser medida por la cantidad de conocimientos que adquiere el alumno, sino que junto a ello debe buscarse ante todo el éxito de una escuela, en su capacidad de enseñar a pensar y a juzgar a cada uno de sus alumnos.
Formar parte de su propio pensamiento
El aspecto educativo del aprendizaje de un contenido, debemos buscarlo en el hecho de que sea asumido dinámica mente por el alumno, y por consiguiente pase a formar parte de su conducta como «propiedad intelectual», de manera que ya no repita lo que otros le enseñaron sino que comience a enseñar lo que ha pasado a formar parte de su filosofía de la vida.
Elaborar juicios personales
La didáctica del adulto debe basarse en el principio de que «pensar» es fundamentalmente igual a «elaborar juicios», con relación a un determinado contenido de los conocimientos humanos, a fin de conducir a una nueva conclusión, que enriquezca a la humanidad.