La educación como nuevo estilo de vida está orientada hacia la persona y
no hacia la institución. Rechaza la idea de que el aprendizaje formal es
sólo para los jóvenes y la reemplaza por el convencimiento de que la educación
es un proceso que dura toda la vida. Se opone al concepto de que la
educación superior se lleva a cabo únicamente en las aulas,
afirmando que la educación atañe igualmente a la oficina, las plantas
industriales, las bibliotecas, los cines,
los medios de comunicación, las iglesias y los centros comerciales de la
comunidad.
Este nuevo sistema de educación desecha la idea de que el aprendizaje se
efectúa principalmente por medio del estudio formal, dentro de
currículum reglamentado, y establece el principio de que la educación combina
el aprendizaje y la acción, que une el estudio, con la experiencia y la actividad.
Reemplazar el sistema de aprendizaje centrado en las instituciones por
el centrado en el individuo equivale a revisar todo el sistema educativo.
El nuevo concepto de educación no surgió solamente por iniciativa de los
educadores. Refleja, por el contrario, algunas nuevas realidades y es una
respuesta al fermento que agita a la sociedad: el cambio de las pautas de la
vida rural a la vida urbana, el desequilibrio entre los adelantos tecnológicos
y sociales, el desarrollo de nuevos conocimientos, unido al carácter anticuado
de los antiguos, y la movilidad de alumnos y trabajadores. Los cambios
tecnológicos son tan devastadores para la competencia humana que el monopolio
de la educación en manos de los jóvenes equivale a estrechez de miras y toma
imperativo el aprendizaje permanente. La disparidad entre la promesa de
la educación y su eficacia es tan grande que el circunscribir la educación en
los establecimientos escolares resulta a veces ineficaz; se impone desarrollar
actividades educacionales de alcance comunitario. La ampliación de la
idea de educación de modo que abarque el concepto de desarrollo humano
permanente se expande tan rápidamente que ya no se puede confiar en los métodos
tradicionales y es esencial adoptar una nueva serie de enfoques para la
familia, la escuela, la corporación y la comunidad. Bajo estos imperativos subyace el
compromiso básico de la búsqueda de identidad personal de los grupos e
individuos.
La didáctica del adulto
aconseja al profesor el uso de ejemplos clarificadores de los enunciados
generales empleados en las diversas áreas o asignaturas, a fin de facilitar la
comprensión de los casos individuales. No se requiere, sin embargo, como en la
escuela primaria de niños, el empleo exclusivo de ejemplos sensorialmente
perceptibles, sino que se deben usar ante todo los conocimientos y las experiencias interiores
del sujeto. Su finalidad ha de ser la de lograr progresivamente un ordenamiento
interior de los conocimientos y pensamientos adquiridos por el alumno.
El interés que pueden
suscitar en el alumno adulto los procesos de la naturaleza y de la técnica, no
será satisfecho únicamente por medio de su sensorialización, sino que se le
debe permitir la penetración experimental de la estructuración física,
mecánica, biológica, etc., de los mismos.
Prestar
atención al grado de asimilación
La instrucción del adulto
debe dar menos importancia a las respuestas verbales del alumno, sobre los
temas estudiados, y prestar más atención al grado de asimilación práctica de
los conocimientos. En una formación de adultos, la búsqueda de la verdad de las
cosas por parte del alumno, y no sólo del profesor, es lo esencial del proceso
del aprendizaje. Si el alumno se «equivoca», con ello no comete una «falta»,
sino simplemente un error, el que debe ser evaluado como un «error dinámico», o
sea como una motivación profunda para continuar la investigación. Dentro de
este proceso el profesor ocupa el lugar de guía y apoyo, pero no necesariamente
el del que debe dar la solución al error del alumno.
Basarse en
la investigación
La didáctica del adulto
aconseja al profesor liberarse completamente del principio equivocado de la
escuela tradicional, de que es necesario dar al alumno la mayor cantidad
posible de conocimientos, en el mínimo de tiempo factible. La didáctica del
adulto exige que la formación se fundamente exclusivamente sobre el método de
investigación científica, por obra de los alumnos. No debe ser el profesor
quien dé los conocimientos ya «digeridos», sino el alumno quien los conquiste
después de haberlos «masticado».
Conectar con
la realidad
La lección deberá partir,
no de un problema situado en la mente del profesor, sino de algo que se conecte
con la realidad existencial de la cual procede el alumno. Tarea del profesor es
guiar el trabajo del alumno adulto, pero sin caer en el error, común a muchos, de
ayudar tanto a sus alumnos que los mismos llegan a descubrir demasiado
fácilmente la solución correcta.
Solución de
los problemas del adulto
La situación ideal de una
formación de adultos debe ser, no la de un profesor que pregunta y de un alumno
que responde, sino a la inversa, la de un alumno que pregunta y un profesor que
responde.
La razón que justifica
esta inversión metodológica, debe ser buscada en el hecho de que cada nuevo
conocimiento que adquiere el alumno, ha de ser el producto de la solución de un
problema que le ha afectado personalmente. Por ello, por más que la solución
lograda por un alumno sea algo común y vulgar para otros, para él es algo
originalmente personal y adquiere un valor exclusivo.
Enseñar a
pensar
La bondad de una
formación para adultos, o la capacidad didáctica de un profesor, no debe ser
medida por la cantidad de conocimientos que adquiere el alumno, sino que junto
a ello debe buscarse ante todo el éxito de una escuela, en su capacidad de
enseñar a pensar y a juzgar a cada uno de sus alumnos.
Formar parte
de su propio pensamiento
El aspecto educativo del
aprendizaje de un contenido, debemos buscarlo en el hecho de que sea asumido
dinámica mente por el alumno, y por consiguiente pase a formar parte de su
conducta como «propiedad intelectual», de manera que ya no repita lo que otros
le enseñaron sino que comience a enseñar lo que ha pasado a formar parte de su
filosofía de la vida.
Elaborar
juicios personales
La didáctica del adulto
debe basarse en el principio de que «pensar» es fundamentalmente igual a
«elaborar juicios», con relación a un determinado contenido de los
conocimientos humanos, a fin de conducir a una nueva conclusión, que enriquezca
a la humanidad.